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Previvir

Las perdidas son eclosiones del alma: Ubicas tu esencia más pura dentro del duelo             y te cuestionas la existencia del mundo. Y creemos que el tiempo cura el duelo. Nos contentamos creyendo que el duelo es algo que ocurre y se va. Su ocurrencia es intermitente. No se va. Jamás se va. Y tampoco es el tiempo el que se apiada de tu dolor; nuestra memoria se adapta tan bien al olvido. El recuerdo es tan mal amigo que  haber perdido algo se convierte  en la reminiscencia de un aliento evaporado. Perder. Perder es de esas palabras poco amadas -por mi- del idioma español.  Fonéticamente no suena a nada; suena como a tomar agua tibia con galletas de soda.  Y su significado es terriblemente negativo:  advierte que ya no hay nada.  No hay vuelta atrás.  Toma esto: te entrego este vacío.  Te entrego a ti a esta nada. Y duele. Duele en el abdomen. Tu esófago se cierra. Tus pulmones se contraen. Y recordar         oh, ¡recordar duele en el plex

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